En Geoffrey Chaucer, "El cuento del perdonador", la codicia y la deshonestidad del perdonador son excelentes ejemplos de ironía situacional. La ironía situacional ocurre cuando alguien hace lo contrario de lo que se espera que haga. En este caso, el perdonador es irrespetuoso e hipócrita al tiempo que afirma ser un hombre de Dios.
El perdonador es un hombre increíblemente hipócrita. Afirma que la avaricia es mala, pero luego actúa de manera codiciosa. Él le vende perdones a las personas para que puedan entrar al cielo, pero se queda con el dinero para él en vez de dárselo a la iglesia. Uno de los perdones que vende es incluso explícitamente para absolver el pecado del materialismo. Está tan lleno de codicia que también roba de la canasta de la colección de la iglesia. Es inusual que un hombre de la tela predique contra un vicio en el que participa.
El perdonador es esencialmente un estafador. Utiliza su talento para pensar rápidamente para inventar historias bíblicas y convencer a la gente de que están condenados a ir al infierno, lo que hace que los feligreses aterrorizados le den más dinero. Admite a sus compañeros de viaje que quiere ser rico y solo predica por dinero. Claramente, el perdonador no es un hombre santo, no importa lo que pueda reclamar a sus víctimas.