El Mandato del Cielo se originó durante la dinastía Zhou en China, que duró desde 1036 hasta 236 aC, y fue significativo porque fue la base para determinar si el emperador era digno de gobernar el país. Este mandato le otorgó al emperador el derecho a gobernar, lo que significaba que ya no era emperador si perdía el mandato.
El Mandato de los Cielos consistía en cuatro principios diferentes. De acuerdo con el primer principio, el cielo le otorgó al emperador el derecho de gobernar. El segundo principio declaró que como solo había un cielo, solo podía haber un emperador en cualquier momento. El tercer principio era que la virtud del emperador determinaba si era digno de gobernar, y el principio final establecía que ninguna dinastía tenía el derecho de gobernar para siempre.
Esta última regla fue importante, ya que ayudó a allanar el camino para las diferentes dinastías que llegaron al poder con el tiempo y aseguró que el título de emperador no se pudiera transmitir de generación en generación a menos que todos los gobernantes fueran digno.
Si el país prosperaba, se pensaba que el emperador conservaba el mandato. Sin embargo, si las tropas extranjeras invadían, las cosechas eran malas o hubo levantamientos, se pensaba que el emperador había perdido el Mandato del Cielo.