Desarrollada por el filósofo francés Auguste Comte, la teoría del positivismo afirma que todas las afirmaciones justificables pueden verificarse mediante pruebas científicas que involucran los sentidos físicos. Este método de pensamiento contrasta con el énfasis del interpretivismo en los elementos metafísicos de la interacción social a través de los cuales las personas pueden hacer ajustes entre sí.
El enfoque positivista de Comte para la sociología insiste en que todas las interpretaciones se pueden probar y verificar exclusivamente a través de la sensación física. Desde esta perspectiva, las estructuras sociales se vuelven rígidas y absolutas en el contexto de que todas las reglas establecidas por una autoridad deben ser validadas debido a su herencia de los mandatos existentes. La sociología interpretativa impugna el positivismo en el sentido de que examina los factores de causas inmateriales que no pueden determinarse a través del entorno material e invierte un interés subjetivo en los esfuerzos de colaboración dentro de las sociedades.
El interpretivismo además considera los elementos de los entornos físicos como fuentes de conocimiento que pueden trascender entre las esferas materiales e inmateriales del ser, centrándose en el papel individual de cada elemento en circunstancias colectivas. Las teorías positivistas sostienen que todas las interpretaciones de la realidad se basan en un marco puramente objetivo sin cuestionar los principios de valor moral. En este sentido, el positivismo busca explicar cómo operan las personas dentro de sus sociedades, mientras que el interpretivismo busca comprender por qué las personas y sus sociedades operan de la manera en que lo hacen.