Todos los obispos son nombrados por el papa. El papa puede seleccionar a cualquier persona que elija. Sin embargo, hay un proceso establecido en la Iglesia Católica que resulta en recomendar una lista de candidatos que se presentarán al Papa para su nombramiento.
El primer paso en el proceso es que los obispos recomienden al arzobispo los nombres de los sacerdotes de sus provincias que creen que serán buenos obispos. El arzobispo reúne los nombres de los sacerdotes recomendados y distribuye la lista a los obispos bajo su dirección. Se lleva a cabo una reunión de la provincia, por lo general anualmente, donde los obispos se reúnen y votan sobre qué sacerdotes recomendar. El número de sacerdotes recomendados varía. El arzobispo reenvía el recuento de votos, las actas de la reunión y la lista de sacerdotes recomendados al nuncio apostólico. El nuncio apostólico reúne hechos e información sobre los posibles candidatos. Sobre la base de la información, él hace su recomendación para los candidatos obispos al prefecto. El prefecto es el responsable de la congregación de obispos. El prefecto revisa y hace su recomendación de obispos candidatos a la congregación de obispos que pueden o no aceptar las recomendaciones del prefecto. La congregación de obispos vota y el prefecto se reúne con el papa y presenta la lista final de candidatos. El Papa revisa y decide qué candidatos serán nombrados como obispos.