En el apogeo del Imperio en el siglo XVI, la civilización inca se extendió por la región occidental de Sudamérica entre Ecuador y Chile, abarcando tierras en lo que hoy es Perú, Chile, Bolivia y Argentina. Esta área es montañosa, caliente y seca, pero, sin embargo, los incas pudieron producir alimentos para su gran población a través de prácticas agrícolas adaptativas y la construcción de sistemas avanzados de riego.
Una de las principales prácticas agrícolas adaptativas utilizadas por los incas fue la agricultura en terrazas. A través de esta práctica, los incas construyeron pasos a lo largo de las laderas de las montañas, creando esencialmente una tierra plana donde originalmente no había ninguna. En lugar de fluir por la pendiente de la colina, el agua se acumularía en las superficies planas de los escalones, lo que proporcionaría más humedad a los cultivos. Mediante el uso de la agricultura de terraza, los incas pudieron cultivar cultivos como papas, cacahuetes, algodón, quinua y tomates.
El pueblo inca también encontró formas de hacer que el suelo árido de Sudamérica sea más fértil y adecuado para la agricultura. Según All Empires, utilizaron guano de murciélago y excremento de aves como fertilizantes. También construyeron acueductos para llevar agua a las tierras más secas. Incluso construyeron un inmenso sistema de carreteras, lo que les permitió viajar a través de su vasto imperio de manera más eficiente.