El Canal de Panamá afecta a la economía de América Latina de manera positiva a través de lazos mejorados con América del Norte, el comercio y la creación de empleo más grandes y eficientes. Estas implicaciones dan como resultado un aumento de la actividad económica regional y un aumento general del nivel de vida.
El Canal de Panamá se abrió por primera vez para operaciones comerciales en 1914 bajo la autoridad del Gobierno de los Estados Unidos. Entre 1914 y 1977, América Latina obtuvo solo los beneficios indirectos de las operaciones del canal que se derivan del comercio general a la región. En 1977 se firmaron una serie de tratados para otorgar al gobierno panameño la propiedad del canal, lo que catalizó el crecimiento del empleo y la inversión extranjera a través de la participación en las ganancias y la transferencia de activos. Estos beneficios se extendieron por toda América Latina al convertirse en una importante región comercial.
A pesar de los beneficios generales que el Canal de Panamá ha traído a América Latina, algunas preocupaciones siguen siendo en cuanto a su papel futuro en la generación de crecimiento económico. Ya en la década de 1980, los escépticos temían que una convergencia de recesión regional prolongada, una serie de crisis de deuda y la incapacidad de adaptarse a los transportistas de carga a granel harían que el canal fuera menos relevante para el comercio mundial. Sin embargo, el Canal de Panamá sigue siendo una fuente del desarrollo económico de América Latina en la economía global en expansión.