Hay varias moralejas que pueden derivarse de "La princesa y el guisante". Sin embargo, la más popular es que las personas no deben juzgar a los demás por sus apariencias.
Una versión del cuento comienza con una joven que se presenta en la casa del rey por la noche y dice ser una princesa. Debido a la apariencia pobre y desaliñada de la niña, a la familia real le cuesta creer su historia. La reina decide probar a la niña y descubrir si está diciendo la verdad colocando un guisante pequeño debajo de la cama, que está compuesto por 20 colchones y 20 camas de plumas. A la mañana siguiente, la niña se queja de moretones y dice que no pudo dormir debido a algo duro que la presionaba en la espalda. La reina luego revela la verdad sobre el guisante, y todos se regocijan al darse cuenta de que ella siempre estaba diciendo la verdad porque solo una princesa podía tener una piel tan delicada y sensible. El príncipe, que estaba buscando una verdadera princesa, se casa alegremente con ella y viven felices para siempre. Algunas de las otras moralejas de este cuento de hadas son que las primeras impresiones no siempre son correctas y que las cosas más pequeñas pueden hacer una diferencia.