Afrodita, la diosa griega del amor, suele caracterizarse como vana, sensual, engañosa y descuidada. Ella era conocida por deleitarse con los enredos románticos a pesar de las graves consecuencias. Su personalidad puede variar dependiendo del texto que la represente.
La personalidad de Afrodita está representada tanto positiva como negativamente en el mito griego. Como la diosa del amor y la belleza, era conocida por inspirar pasión y emoción. Cuando París la elige como la diosa más hermosa, se vuelve ferozmente leal a los troyanos. Homero la describe como maternal y protectora; otros escritores la ven entrometerse en el matrimonio de Helena de Troya como prueba de su falta de gracia, influencia inmoral y su apoyo a los troyanos como pago por su devoción a su belleza.
Afrodita tenía numerosos asuntos con dioses y mortales, y era conocida por su sensualidad. También le gustaba hacer que los dioses se enamoraran de los mortales, un hobby que Zeus desaprobaba. Era notoriamente egoísta y descuidada por los efectos de sus muchos asuntos amorosos, así como por los enredos que creó entre otros. Por lo general, podría ser cruel y vengativa con los mortales que descuidaron su adoración, y amable y favorable con los que más la apoyaron.
Muchos escritores griegos caracterizan a Afrodita y su influencia como vergonzosa. Se le muestra menos como un faro de amor y más como defensora de la lujuria y el deseo.