El experimento de John Needham consistió en colocar un caldo en una botella, calentarlo y luego sellarlo. Días después, Needham encontró la presencia de la vida y, finalmente, anunció que la vida se había creado a partir de material no viviente. Esto apoyó la idea incorrecta de que la vida podría venir de cosas que no viven.
Needham creía que su calentamiento del caldo era suficiente para matar a todos los seres vivos. Su posterior observación de la vida en el caldo lo llevó a la conclusión de que los seres vivos podrían surgir de material no vivo.
Un científico posterior, Lazzaro Spallanzani, pudo refutar la teoría de Needham a través de experimentos al calentar adecuadamente el caldo y luego comparar el caldo sellado con el caldo sin sellar. Sin embargo, los experimentos de Spallanzani no fueron concluyentes para algunos, porque se argumentó que los métodos de Spallanzani privaban el aire de la mezcla, que puede haber sido el ingrediente crítico para que la vida provenga de cosas que no viven. Louis Pasteur finalmente resolvió el problema permitiendo que el aire, y solo el aire, entraran en contacto con caldos adecuadamente calentados y demostrando que el material que no vive no produjo vida.
Antes de los experimentos de Pasteur que probaban que la vida no podía venir de cosas que no vivían, muchos creían que la vida podía surgir espontáneamente. Ejemplos de esta comprensión incorrecta incluyen moscas de estiércol, gusanos de carne y pescado del barro de los lagos secos. A fines de los años 1600 y 1700, varios científicos realizaron una serie de experimentos que intentaron probar de manera concluyente si la vida podía surgir de cosas que no vivían.