Si bien la idea básica de la ficción como falsa y no ficción como verdad es cierta para todos los géneros, hay algunos que caen hacia la mitad del contraste estricto. Por ejemplo, la no ficción creativa involucra eventos reales, pero los detalles a menudo se exageran para lograr un efecto dramático. Las memorias pueden caer tanto en la ficción como en la no ficción, dependiendo de cuán arraigada esté la verdad en la historia.
Muchas obras que no son de ficción, aunque están enraizadas básicamente en la verdad, tienen un sesgo que significa que el lector o el espectador no deben tomar la historia a su valor nominal. Las biografías, las autobiografías y los documentales son algunos ejemplos de no ficción que a menudo tienen una agenda que hace que el creador doble la verdad para que se ajuste a su visión.
También hay ficción histórica que se enfoca en eventos reales, pero ficcionaliza ciertos aspectos de la historia. Por ejemplo, un libro sobre la Revolución Americana que sigue a un grupo conocido de soldados tiene sus raíces en los hechos. Sin embargo, muchas cosas, como los pensamientos internos, el diálogo externo y los eventos exactos, son imposibles de saber; estos detalles son a menudo elaborados por el autor. Estas líneas borrosas entre la ficción y la no ficción son fáciles de pasar por alto, pero generalmente la no ficción cita fuentes y no incluye escenas creadas por separado de las fuentes y la verdad conocida. A menos que una fuente indique claramente que se basa en hechos reales, el contenido debe considerarse ficticio.