Hay una serie de argumentos contra el utilitarismo; muchos de estos están en desacuerdo con la aparente falta de preocupación por los principios de justicia, promesas y lealtad personal. Otras críticas se centran en la impracticabilidad aparente del utilitarismo. Sin embargo, algunos detractores se oponen a la tendencia del utilitarismo a llevar a decisiones morales de mal gusto.
Un argumento común contra el utilitarismo es que no asigna un significado moral inherente a la justicia. El utilitarismo se ocupa de producir la mayor cantidad de felicidad para el mayor número de personas. Hay situaciones en las que solo las acciones contribuyen a la felicidad óptima. Sin embargo, también es concebible que en ciertas situaciones, una persona o grupo de personas sea más feliz haciendo lo que es injusto. En tal caso, el utilitarismo parece favorecer la felicidad sobre la justicia.
Otro argumento común contra el utilitarismo es que parece ser poco práctico como una filosofía de gobierno para el cuerpo general de la humanidad. Esto se debe a que el utilitarismo se ocupa principalmente de la felicidad o el placer. El problema es que los seres humanos son extremadamente variables; Los individuos tienen sus propias concepciones de lo placentero. Por lo tanto, crear una forma universal de medir la felicidad es problemático.
Uno de los principales problemas que tienen los detractores con el utilitarismo es su premisa básica de que el placer y la utilidad son los factores determinantes del valor. En la filosofía clásica, cosas como la virtud, el conocimiento, la sabiduría y la templanza son buenas en sí mismas. En el utilitarismo, solo son buenos si tienen una utilidad demostrable; de lo contrario, pueden ser descartados.